miércoles, 12 de agosto de 2015

Carrera interminable

Lo suyo era correr. Corría, incansable, allá donde la llamasen, donde el corazón la encaminase, donde hubiese una lágrima inmerecida o una injusticia total. A veces, se convertía en payaso simplemente porque sabía que alguien necesitaba sonreír. Aunque no pudiese solucionar el problema, aunque estuviese lejos, aunque no hubiese nada en su mano. Si no tengo un as en la manga, me lo dibujaré, solía decir cuando la reina la reprendía por su exceso de efusividad. Pero no la habría nombrado primera amazona si fuese únicamente una cómica y risueña animadora.

No. Ella se pasaba los días corriendo a lomos de un caballo llamado decisión, con una brillante sonrisa compuesta por fragmentos de sueños rotos y lágrimas pasadas, vigilando los territorios de la corona y añadiendo más y más lugares, atrayendo a más y más personas con sus ganas de vivir, con sus ganas de aprender. 

- Crees que es amor y sólo es un capricho. Crees que lo llevas dentro y no has hecho más que escarbar en la superficie - La reina era una mujer obstinada que durante mucho tiempo luchó contra el carácter de Vander, contra sus arranques, contra su irrefrenable actitud de torbellino norteño. Y en realidad ambas sabían que seguirían luchando, chocando, porque la reina era una persona muy tranquila y analítica, y Vander sacaba tan rápido una tarta de pera como una espada de doble filo. Pero ahora ya no podía negarlo: la quería. No en un sentido romántico, tampoco en un sentido espiritual. Se trataba de uno de esos amores extraños en el que si no hay risas hay silencios y siempre caben las desavenencias, porque el contraste es de un grado superior. Ya nada importaba. Había un vínculo, sea cual fuere.

Vander corría porque lo suyo era correr. Vivir deprisa, intensamente, sentir fuerte, saltar alto, llorar mucho y reír mucho más. Y cuando se cansaba de correr y caía en su camino infinito, se encerraba en su torre un tiempo indefinido, una torre que ella misma había construido con su caos y sus aristas. Después, volvía a correr, a recoger gente perdida, a perderse más que nadie, a aventurarse por senderos imposibles y a impulsar a los suyos con la fuerza de un vendaval. Oh, no podía compararse con nada pacífico, todo en ella era fuerza, espíritu, locura y riesgo. Y así la querían sus protegidos, los habitantes del reino. Y así la quería la reina, y así consiguió convertirse en la primera amazona del reino. Lo consiguió porque no paraba de correr, para bien o para mal, recorriendo el mundo mil veces y descubriendo algo nuevo en cada ocasión. 

Vander corría, corría siempre y seguiría corriendo hasta que se le cayesen las piernas. Porque estaba hecha de fuertes ventiscas y un tosco huracán, y eso significa que junto a ella siempre habría una brisa agradable y altas probabilidades de verse en el ojo de un tornado. Porque había sabido explotar lo negro y colorear lo blanco. Porque creía en el poder de la aventura y en la voluntad. Porque sí. Porque Vander es así.

Te debía muchas, Van, y espero que esto compense un poco nuestra deuda.
Emily

1 comentario:

  1. Te lo dije ayer por el móvil pero tengo que decírtelo de nuevo, porque te quiero, porque eres el mismísimo centro del reino que no dejo de recorrer una y otra vez, porque no podría querer otra reina, porque me siento honrada de ser tu primera amazona.

    Un beso de pera,
    Van.

    ResponderEliminar